Soy la única que tiene miedo

by | Nov 24, 2020 | Sin categoría | 0 comments

Las experiencias de vida que parecen más comunes tienen algo que enseñarnos si nos detenemos a reflexionar acerca de ellas. Siempre estamos pensando y sintiendo algo con relación a lo que nos pasa. Estos pensamientos y sentimientos nos pueden llevar al autoconocimiento y a una mayor comprensión de cómo estamos conectados como seres humanos.

Hoy mi hija se fue a un campamento escolar. La noche anterior tenía muchos nervios y miedo de ir. Yo me mantuve lo más tranquila posible, aunque también tenía un poco de miedo ya que ella había estado enferma 3 días antes y apenas se estaba curando.

Aún así, una vez que la revisó un doctor, decidimos juntas que lo mejor era que fuera al campamento con todo y las emociones que tenía.

Mientras esperábamos juntas a que se subiera al camión que los iba a llevar al campamento, me dijo: “Soy la única que tiene miedo”.

En apariencia, así se veía la escena: la mayoría de los niños se veían felices de reunirse con sus amigos y de irse, los papás y las mamás que los llevaban se veían tranquilos.

Mientras mi hija se fue con sus amigas yo platiqué con algunos papás y me enteré lo que había detrás de esas caras sonrientes y tranquilas.

Estos son los comentarios que escuché por parte de mamás que estaban ahí en la misma situación que yo:

“Mi hija no quería ir al campamento; no le gusta que la estén dirigiendo todo el día.”

“Mi hija lloró en la mañana al despedirse de sus hermanos”.

“A mi hijo no le gusta el ruido y estar entre mucha gente, va obligado para aprender que en la vida hay que adaptarse a situaciones”.

Además de estos comentarios, vi a una niña llorando con su mamá y estoy segura que había muchas más historias que contar detrás de lo aparente.

Aunque yo estaba relativamente tranquila, escuchar lo que decían las mamás me dio de inmediato un sentimiento de pertenencia.

Me vi reflejada en los tres comentarios y sentí que yo y mi hija somos “normales”. Además, confirmé el hecho de que nosotras no éramos las únicas que teníamos miedo.

Confieso que no fui muy asertiva cuando mi hija expresó sus emociones antes de llegar al lugar de reunión. Yo quería que ella fuera esa niña que se va con seguridad y felicidad al camp y así yo quedarme tranquila. No dejé que diera rienda suelta al llanto (por miedo a no poder contenerla o a que no parara a tiempo para irse). Además, proyecté en ella mis propios miedos e inseguridades.

La reflexión a la que llegué con esta experiencia es lo lindo que es permitirnos y permitir a los otros expresar sus emociones. En la importancia de abrirnos con nuestra verdad a los demás. De cómo esta apertura nos puede ayudar a sentirnos parte de la experiencia humana con todo lo que implica. Pensé en cómo mostrar una cara de “todo está bien” cuando en realidad no lo está, puede hacer sentir a alguien en deficiencia o que algo está mal en él/ella. También pensé en lo delicado que es que como padres proyectemos nuestras emociones e historias irresueltas en nuestros hijos. En cómo esto puede alterar la historia que ellos están construyendo.

Pienso que entre más nos conocemos y aceptamos tal y como somos, podemos aceptar las emociones y formas de ser de los demás. Y además podemos mostrarnos de una forma más genuina y responsable.

Conclusiones:

– Para poder contener a mi hija o a quien sea en situaciones difíciles debo reconocer y aceptar mis emociones primero.

– Abrirme a lo que siento con los demás les puede ayudar a abrirse también.

– No somos los únicos que nos sentimos diferentes y separados, siempre hay al menos una persona que está pasando por algo parecido.

– Está bien sentirnos vulnerables y expresar emociones.

– Los pensamientos y las emociones son una guía de autoconocimiento.

Nos conectan con los demás y nos pueden hacer sentir que pertenecemos y somos aceptados.

– Escuchar a otros es una oportunidad para ser empáticos y compasivos.

– Proyectar nuestras emociones e historias irresueltas en nuestros hijos puede alterar sus experiencias